Cuando repasamos el catálogo de las pinturas y grabados rupestres realizados durante el Paleolítico Superior, dentro del llamado arte franco-cantábrico, una característica llama rápidamente nuestra atención: la práctica ausencia de representaciones humanas de cualquier tipo, con unas cuantas excepciones aisladas que no vendrían sino a confirmar esta regla..
Aunque nunca podremos saber con certeza absoluta las razones de este hecho, se han formulado al respecto diversas hipótesis. Así, una teoría asocia la ausencia de representaciones humanas a la existencia de una norma de carácter sociocultural que prohibía, por alguna razón desconocida, llevarlas a cabo. Sería algo semejante a lo que ocurre en la actualidad en la cultura musulmana respecto a las representaciones de la divinidad y su profeta. Por otra parte, no falta quien afirma que para el hombre paleolítico su propia existencia era, desde todo punto de vista, insignificante y en consecuencia indigna de ser llevada a las representaciones rupestres, como ocurrió también con animales como los reptiles, los roedores o los insectos.Por otra parte, una última teoría relaciona todo el arte rupestre con prácticas características del chamanismo y considera las pinturas y grabados de las cuevas como el resultado de la entrada en trances alucinatorios, motivados por el consumo de ciertas drogas, por la práctica de diversos ritos y ritmos de danza o por todo ello al mismo tiempo. Algunas de esas alucinaciones conducirían a determinadas visiones, parte de la cuales quedarían representadas en las paredes y techos de las cuevas. Tales visiones tendrían habitualmente relación con las especies que encontramos en ellas, a veces formando sorprendentes conjuntos.
Escena del pozo de la cueva de Lascaux (Francia). Hacia 18.000 años a.C.
Sin embargo, existen unas pocas muestras de figuras humanas en el arte paleolítico. Sin intentar hacer de ellas ningún tipo de catálogo, podríamos señalar la famosa escena del pozo de Lascaux, en la que un ser humano con cabeza de pájaro se muestra caído ante un bisonte cuyas tripas aparecen reventadas por una lanza, mientras en las inmediaciones encontramos un tótem rematado también por una figura de pájaro. O los diversos ejemplos de hombres asesinados localizados en varias cuevas francesas, (como la de Cougnac) en la que un individuo aparece atravesado por varias flechas. así como las manos pintadas que figuran en las paredes de numrosas cuevas.
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Pero tal vez sean los dos famosos hechiceros de la cueva de Les Trois-Frères las figuras humanas más conocidas del arte paleolítico. Uno de ellos parece tañer un instrumento musical, mientras el otro está representado con una acumulación de rasgos diversos: presenta ojos circulares de búho y barba larga y puntiaguda, y su cabeza se remata con una cornamenta de ciervo. Su cuerpo parece ser el de un caballo, así como la cola, mientras que las extremidades son inequívocamente humanas. Por la actitud de las piernas podemos adivinar que el individuo está danzando o saltando, mientras parece volver la vista hacia nosotros, que acabamos de sorprenderlo en ese baile iniciático. No puede cabernos duda de que se trata de un hechicero o chamán en el momento de realizar uno de esos trances mágicos. En conclusión, resulta llamativo el hecho de que las escasas muestras de representaciones humanas en el arte parietal vengan a corresponderse con escenas de violencia en el seno de la misma especie o con hechiceros y brujos que danzan disfrazados. Para alucinar.
Sin embargo, existen unas pocas muestras de figuras humanas en el arte paleolítico. Sin intentar hacer de ellas ningún tipo de catálogo, podríamos señalar la famosa escena del pozo de Lascaux, en la que un ser humano con cabeza de pájaro se muestra caído ante un bisonte cuyas tripas aparecen reventadas por una lanza, mientras en las inmediaciones encontramos un tótem rematado también por una figura de pájaro. O los diversos ejemplos de hombres asesinados localizados en varias cuevas francesas, (como la de Cougnac) en la que un individuo aparece atravesado por varias flechas. así como las manos pintadas que figuran en las paredes de numrosas cuevas.
"Hombres asesinados". Cueva de Cougnac (Francia). Hacia 15.000 a.C.
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Izquierda: calco del panel de la cueva de Les Trois-Frères en el que figura un hechicero. Derecha: detalle.
.Pero tal vez sean los dos famosos hechiceros de la cueva de Les Trois-Frères las figuras humanas más conocidas del arte paleolítico. Uno de ellos parece tañer un instrumento musical, mientras el otro está representado con una acumulación de rasgos diversos: presenta ojos circulares de búho y barba larga y puntiaguda, y su cabeza se remata con una cornamenta de ciervo. Su cuerpo parece ser el de un caballo, así como la cola, mientras que las extremidades son inequívocamente humanas. Por la actitud de las piernas podemos adivinar que el individuo está danzando o saltando, mientras parece volver la vista hacia nosotros, que acabamos de sorprenderlo en ese baile iniciático. No puede cabernos duda de que se trata de un hechicero o chamán en el momento de realizar uno de esos trances mágicos. En conclusión, resulta llamativo el hecho de que las escasas muestras de representaciones humanas en el arte parietal vengan a corresponderse con escenas de violencia en el seno de la misma especie o con hechiceros y brujos que danzan disfrazados. Para alucinar.