lunes, 21 de marzo de 2011

La Sainte-Chapelle de París


La llegada del Gótico impuso por toda Europa una estética completamente novedosa basada en la búsqueda de una estructura diáfana que permitiera llenar el edificio de luz. Este objetivo se logró en muchos edificios, pero en pocos tan claramente como en la Sainte-Chapelle de París, en la que el muro es sustituido por completo por enormes vitrales que crean en el interior un espacio casi irreal y celestial. 


 


La construcción se realizó entre 1241 y 1248 por orden del rey Luis IX, el conocido como San Luis de Francia, que deseaba levantar un edificio lo suficientemente digno como para albergar las que entonces se consideraban las reliquias más importantes de toda la Cristiandad, las relacionadas con la pasión de Cristo. Estas llegaron a París procedentes de Constantinopla ocupada por los cruzados  en 1241 , el propio rey salió a las puertas de la ciudad a recibirlas, descalzo y vestido de penitente: las reliquias eran la corona de espinas, una fragmento de la cruz, el hierro de la lanza, la esponja y algunas otras. La consagración se realizó en 1248, desarrollándose las obras con relativa rapidez. Aunque no hay pruebas documentales se atribuye el diseño al arquitecto Pierre de Montreuil, que también trabajó en la amplia a la abadía de Saint Denis
Se trata de una iglesia de dos niveles, y de una única nave cada uno de ellos; la planta inferior destinada a los cultos públicos, y el piso superior, el más espectacular reservado a  la devoción privada del rey. Para sostener la grandes bóvedas y poder eliminar el muro el arquitecto no recurrió a la solución propiamente gótica de amplios arbotantes, sino que estos son sustituidos por sólidos contrafuertes que descargan el empuje de los nervios las bóvedas de crucería, el espacio entre ellos queda libre por lo tanto de función sustentante y se pueden instalar grandes ventales con vitrales; además par reforzar la estructura se distribuyeron armazones metálicos que atraviesan los pilares y que también coinciden con el emplomado de las vidrieras. 



La planta inferior es mucho más sólido y sólo se abren en ella pequeños vanos, con lo que adquiere el aspecto de una cripta y tiene dos filas de columnas que sirven de soporte al piso superior. Es el piso superior donde nos encontramos todo un alarde de las posibilidades del gótico, el visitante se encuentra rodeado por vidrieras que filtran la luz en multitud  de tonalidades de azules, rojos, y tiene la sensación de que la arquitectura se ha transformado en un enorme relicario, en un joyero de luz destinado a las reliquias sagradas.


Las vidrieras además recogen todo un programa iconográfico relacionado con Cristo y su Pasión, pero también con el papel de la monarquía francesa. A lo largo de los quince vitrales y del rosetón se desarrolla la historia del pueblo hebreo desde la creación hasta la llegada a Israel y concluye con el traslado de las reliquias a París. Se trata de un ciclo profético sobre la vida de Cristo, los profetas y reyes que le anunciaron y que culmina con el Apocalpsis que se sitúa en el rosetón, simbólicamente iluminada al atardecer.
Ubica en el recinto del palacio real de la isla de la Cité, el rey accedía directamente por un corredor elevado a la capilla, al igual que ocurría en otras grandes construcciones vinculadas al poder, como la propia Santa Sofia de Constantinopla. Y como otras grandes obras también sufrió el paso el tiempo, dos grandes incendios en 1630 y 1776 la dañaron severamente, y finalmente durante la Revolución fue despojada de todos sus tesoros, algunas esculturas fueron retiradas, el mobiliario desapareció y el gran relicario de plata fue fundido, de las reliquias se salvo la corona de espinas que se trasladó a Notre Dame; y finalmente en 1803 la capilla se secularizó y se convirtió en archivo. 
Finalmente en 1837 se acometió un plan de restauración, llevado entre 1840 y 1868 por Feiz Duban y Jean B. Lassus, con el asesoramiento del historiador y arquitecto Viollet-de-Duc.




La Sainte-Chapelle no es sólo un edificio religioso, su función va mucho más allá y se vincula con el papel de la monarquía en la Edad Media.  Luis IX, como otros reyes del momento, desean reforzar la corona frente al poder de la nobleza y del papado. Su ubicación en el recinto palatino de la Cité le otorga un claro sentido político que recuerda que el rey no sólo tiene el poder civil, sino que también es el jefe espiritual de sus súbditos.











1 comentario:

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